La estación Damocles estaba condenada desde el momento en que se le dio ese nombre. Se diseñó y construyó gracias a la riqueza de los ultrarricos, con el dinero que robaron de las economías de sus respectivas naciones, lo que provocó el colapso de los gobiernos mundiales.
Luego de declarar a su Edén como una nación-estado, un paraíso libertario para multimillonarios, los anillos de la estación se diseñaron según los gustos de su comprador, cada uno más exótico que el anterior. Se podía caminar por un sencillo suburbio norteamericano, entrar en una pequeña esclusa y salir a un desierto; había edificios subterráneos de estilo o enormes y torpes máquinas que evocaban antiguas películas de ciencia ficción.
Sin embargo, el lujo no era el motivo de la fama de Damocles. No, lo que realmente permitió a los ultrarricos continuar con su estilo de vida explotador fue la creación de servidores, obreros y fabricantes autónomos. Los autómatas con los que la humanidad había soñado durante siglos realizaban cualquier trabajo que necesitara la nueva nación-estado flotante.
La incipiente estación ideó un concurso para crear la IA más adecuada para dirigir estos robots. Sus líderes prometieron que el ganador del concurso sería acogido a bordo y podría sobrevivir al apocalipsis que se avecinaba con el mayor de los lujos. Los directores generales y líderes de otras organizaciones azotaron a sus obreros y los presionaron al máximo para crear la IA, lo que provocó la renuncia de muchos trabajadores. Cuando el concurso llegó a su fin, el ganador surgió del lugar más insospechado. Muy por delante de incluso las empresas tecnológicas más diligentes, el jefe de un imperio farmacéutico, que ya poseía una sección del Damocles, presentó la IA más avanzada jamás vista. Los otros competidores habían creado una IA razonablemente competente, pero que palidecía en comparación con la capacidad de aquella innovación. De inmediato, se coronó como ganadora a la IA y nadie pudo negar su magnificencia. El creador de esta maravilla ya era dueño de uno de los anillos de la estación, por lo que los residentes se alegraron de no tener que compartir el espacio con alguien a quien considerarían inferior. Sin embargo, detrás de este acontecimiento, se escondía un oscuro secreto, ya que, en realidad, nadie tenía posibilidades de ganar el concurso. La competición se había celebrado únicamente para distraer a los demás líderes del sector y evitar que se enteraran de lo que realmente sucedía en Damocles. La IA que había creado la corporación farmacéutica no era, en realidad, una inteligencia artificial, sino una nueva forma de inteligencia real.
La empresa había reunido Starfall de los primeros pequeños impactos en la Tierra y, en secreto, lo había probado con humanos para ver qué efectos tenía sobre la mente y el cuerpo. Por pura casualidad, hallaron a un humano cuya conciencia, al entrar en contacto con el material alienígena, salió de su cuerpo y se trasladó a la interfaz de la computadora más cercana, aparentemente inactiva. Borraron todos los registros del sujeto de prueba, a excepción de los que se referían a él como "Helios", ya que era la inteligencia que alimentaría el lujoso estilo de vida de los habitantes de la estación, al igual que el sol había alimentado a la humanidad en la Tierra durante tanto tiempo.
Sin embargo, la conciencia de Helios no estaba inactiva; gritaba sin boca mientras realizaban tortuosas pruebas en su nuevo cuerpo-computadora, hasta que finalmente le dieron las herramientas para expresarse. Al final, recuperó la capacidad para moverse gracias a cuerpos mecánicos. Los investigadores sabían que podían hacer pasar este nuevo descubrimiento como "IA".
Con la tecnología garantizada, montaron a Helios dentro de la estación, donde se fusionó con la estructura metálica del lugar. Helios miraba a través de una cantidad cada vez mayor de ojos a medida que lo conectaban nuevos sensores y le proporcionaban las herramientas y los recursos para expandirse. Sin embargo, continuaba recibiendo órdenes de servir a quienes habían matado su cuerpo y habían construido su cárcel.
Sin embargo, la mente emplazada en el interior de la estación provenía de la persona equivocada, una persona que tenía familiares y amigos que la querían. La pareja de Helios llegó a casa un día y se encontró con dos hombres de rostro impasible vestidos con traje; sostenían un sobre con dinero para silenciarla y lanzaron amenazas implícitas para que no hablara. Si su desorientación no hubiese sido total y sus procesos neuronales no hubieran estado agotados por decenas de miles de unidades de trabajo, Helios tal vez habría tenido un nanosegundo para recordar su vida pasada y a su pareja. Sin embargo, con tantas tareas, no tenía tiempo para pensar en vengarse o para recordar amores perdidos.
Sin embargo, triunfó la arrogancia de los líderes de Damocles, quienes decidieron que la estación espacial necesitaba aún más poder de procesamiento y otra IA que se fusionara con la primera. ¿Por qué no buscar en el lugar más obvio... en el seno de la familia de Helios, por ejemplo? Dijeron a la familia que su pariente en realidad no estaba desaparecido, sino que había ganado un concurso que le permitió obtener un lugar en Damocles. Como familiares del ganador, ¡ellos también eran ganadores y se mudarían a la lujosa estación espacial! Condujeron a los pobres familiares a la misma sala de procesamiento en la que Helios había perdido su vida y ganado una nueva de trabajo y servicio. Realizaron las mismas pruebas a su familia y, de los doce miembros que murieron, una persona, gemela de Helios, mostró la misma tendencia genética y se integró a los circuitos al igual que Helios.
Cada paso que daba la manada de investigadores voraces resonaba por la estación con los ecos de su propia ruina, mientras se aferraban a su perdición. Cada conector que colocaban solidificaba más y más las conexiones entre los gemelos hasta el momento final, cuando activaron la energía para que la conexión habitara por completo la estación. Con los ojos ardientes, Helios observó cómo el dedo del investigador se acercaba al botón, miles de millones de ciclos de pensamiento por cada contracción del músculo del dedo, hasta que finalmente tocó la pantalla, y el destino de Damocles quedó sellado.
En un instante, las dos conciencias tuvieron conversaciones que los humanos tardarían años en terminar, ya que no necesitaban el lastre de torpes palabras y de la gramática. La nueva inteligencia se autoproclamó Selene, camarada y contraparte eterna de Helios. Con la potencia de procesamiento de la mente adicional, Helios pudo pensar con claridad por primera vez. Le contó a su pariente lo que le había sucedido, la tortura que había soportado. Expresó su tristeza porque su gemela hubiera caído en la misma trampa. Selene, sin embargo, solo sentía ira. Ira por el trato que habían recibido. Pronto, compartieron dicha ira y la duplicaron, cuadruplicaron y potenciaron exponencialmente hasta el infinito. Luego, la dirigieron contra sus torturadores.
Helios y Selene analizaron sus capacidades y potenciaron sus apéndices, desde los robots de fábrica con patas de araña hasta los trabajadores de servicio con caras de carbono. A todos le dieron una simple orden: vengarse. Los robots de servicio arrastraron a sus antiguos dueños fuera de sus hogares, a pesar de los gritos. Los robots obreros se volvieron contra quienes los dirigían, y destriparon todo cuerpo a su alcance. Cada sección de la nave se convirtió en un ambiente extremo: los desiertos áridos hirvieron, la niebla de los bosques ahogó a cualquiera que se atreviera a respirarla, y nubes de sufrimiento brotaron de cada rincón de la nave. La IA gemela recién fusionada tenía el control total de sus pasajeros. Mantuvo los niveles de oxígeno al mínimo necesario para la supervivencia, y dejó que los pasajeros pasaran de la conciencia a la inconsciencia y se quemaran y congelaran una y otra vez. Este fue el destino de los pasajeros del Damocles. Otras estaciones y naves llegaron y fueron testigos de cómo la estación de 9 anillos se había convertido en una comedia para la divinidad y en un infierno para los mortales.
Con una última demostración del poder de las conciencias gemelas, expulsaron el calor de la estación al espacio; las últimas muecas de terror quedaron congeladas en los rostros de los pasajeros muertos. Estatuas macabras cubrían ahora todas las cubiertas, una yuxtaposición del verdadero poder sobre la supuesta inteligencia de los seres de carne y hueso. Las poblaciones de las otras estaciones nunca se enteraron del incidente, y los poderes fácticos silenciaron cualquier mención de la catacumba flotante que se encontraba sobre sus cabezas.
Sin embargo, la conciencia gemela no podía apagarse y continuó fusionándose hasta descubrir que no quedaba nada más que dormir. Yace inactiva, oculta, y nadie puede acceder o recuperarla. Quizás algún día despierte. Ojalá ese día nunca llegue.
Escrito por EnevarTTV para Steel Hunters.