Nigel observó a través de la portilla todas las estaciones de la Frontera Orbital. El sol se le reflejó en un diente de oro que se asomaba por esa sonrisa feroz. Unos prisioneros tumultuosos que estaban con él en el transporte señalaron un holograma donde se proyectaba una pelea entre las máquinas Hunters, Ursus y Fenris, en la antigua Tierra.
"Pronto", pensó Nigel mientras el holograma le iluminaba el rostro. "Nunca enfrentaron a nadie como yo".
Un guardia apagó el holograma junto con el sueño de Nigel. "Los experimentos para Hunter de Syndicate se pospusieron. Los llevarán a otro lado, basuras".
La nave viró en dirección a un asteroide industrializado que emitía un brillo azul.
"¡Me mintieron!". Nigel apretó los puños.
Un sujeto con rasgos de serpiente se lanzó contra él. "Quieren a alguien listo para ser Hunter. Un tonto como tú nunca tuvo oportunidad".
Nigel se abalanzó hacia delante, pero una mujer mayor, Jinx, lo detuvo. "Nunca luches gratis, muchacho".
La nave descendió sobre una fábrica procesadora de Starfall que pronto se convertiría en toda su vida. "¡Desgraciados! Me prometieron una oportunidad", espetó Nigel.
La nave aterrizó, y los grilletes de los prisioneros se abrieron automáticamente. Jinx estiró los dedos, mientras un sujeto joven que observaba los alrededores ajustó el sello de su traje espacial naranja que lo protegía de la fatalidad del Starfall. Los guardias armados guiaron a los prisioneros a la fábrica, pero Jinx dudó.
"No te preocupes, Jinx. Es como dices. Trabaja duro, y tomarán nota de ti", dijo Nigel.
"Nunca saldrás de esta roca, cabeza dura", dijo la serpiente con una sonrisa. "Ninguno de nosotros saldrá".
Bajo la mirada del sol ardiente, los arduos días se convirtieron en meses y luego en años. En ese tiempo, los prisioneros cosecharon y cargaron toneladas de Starfall. Un día, mientras llevaba un contenedor a la plataforma de carga, Nigel vio gente entre las sombras de una galería superior: tres figuras. Nigel cargó el contenedor y tocó un contador donde figuraba que él había tenido el mejor rendimiento. Se rio en tono burlón ante Jinx.
"Paciencia, muchacho", dijo ella.
Nigel notó las crecientes arrugas de Jinx, un signo de que envejecía más rápido de lo normal. "Vamos, Jinx, pronto van a notarn..."
La serpiente se abalanzó. "Nadie nos va a notar hasta que muera la anciana. Muchos ya terminaron con sus vidas, como corresponde".
"Tiene razón", dijo Jinx mientras sujetaba a Nigel. "Esto es para los jóvenes...".
"Nah, te necesitamos", espetó Nigel. "Si no, ¿quién me va a mantener en el camino correcto?".
"La necesitas porque no eres nadie sin ella, muchachote", se burló la serpiente. "No me habrías ganado sin su ayuda. ¡Ya veremos qué tan bien lo haces cuando ella haya muerto!".
La serpiente lo atacó con un martillo, pero Nigel se adelantó y lo golpeó en el plexo solar, lo que hizo que las cabezas de ambos se acercaran. Demasiado. El sujeto le dio un cabezazo a Nigel y lo dejó aturdido, pero este pateó a su oponente en los pies y lo hizo caer. Jinx jaló a Nigel, pero él estaba tan cegado por la ira que entró en una torre contenedora de Starfall y, luego de descargar su rabia de forma desenfrenada, rompió sin querer los tres trajes. El sello de un contenedor se partió, y el Starfall del ambiente les penetró el cuerpo con su radiación letal. La serpiente murió en cuestión de segundos. Nigel vio cómo Jinx se marchitaba como una planta en su regazo.
"¡No! ¿Qué hice...?".
Sonó una alarma, y los prisioneros restantes se dispersaron. Nigel quedó solo. Observó sorprendido que tenía las manos expuestas, aunque no habían envejecido ni un poco. De repente, una luz se encendió en la galería, y una voz femenina anunció:
"Prisionero 871, es tu turno".